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Desde mi iniciación, por necesidad psíquica y propensión hacia los quehaceres intelectuales, he permanecido como un escritor en «situación de irreverencia». Por ello, nunca podría imponerme una prolongada tregua en mi oficio de hacedor de ficciones. A la edad de 60 años, intenté suspender mi producción de relatos breves: que no por «desencanto» o «castración», obviamente, sino a causa de mis tribulaciones. Lo que imagino y narro suele perturbarme, transferirme hacia ámbitos casi indescriptibles que [estoy persuadido] existen paralelos a nuestra realidad. Alberto Jiménez Ure